“Paisaje mental”:
Estamos ante un “paisaje mental” altamente sofisticado
y cuidadosamente estructurado en el que Dalí nos muestra con increíble
impudicia sus temores y obsesiones.
Ante nosotros un rostro. Una gran cabeza, amarilla
y blanda; con mejillas sonrosadas, larguísimas pestañas y una enorme nariz
que le sirve de apoyo en la arena.
En lugar de boca tiene un saltamontes o una langosta,
insecto que aterrorizaba a Dalí. Su vientre en descomposición está repleto
de hormigas que trepan desde él hasta la gran cabeza. De la cabeza surge
una arquitectura modernista sobre la que se apoya “el gran masturbador”,
un personaje masculino, del que sólo vemos la parte inferior del tronco,
los genitales y los muslos dañados. A sus genitales se aproxima con delicadeza
el rostro de una lánguida muchacha y pegado a él un lirio blanco, que
parece definir a la masturbación como la relación sexual más pura.
Otro símbolo sexual es la cabeza del león bajo el
hombro de la figura femenina, que representa la libido, con su grotesca
lengua retorciéndose.
Atmósfera onírica:
Bajo el rostro, en otro plano, hay unos extraños personajes:
amantes androides que se besan intentando atrapar lo que pueda quedar
de vida en un cuerpo semipétreo, o que se alejan caminando hacia lo que
parece una infinita soledad.
El dibujo tiene una gran importancia. Dalí formaba
parte del grupo de pintores surrealistas que empleaban una figuración
de corte tradicional, con mucho detalle, aunque las dimensiones de los
objetos, ni sus proporciones, sean reales.
Colores y Composición:
La luz es clara, mediterránea, casi plana. Un colorido
brillante, tonos cálidos, de tierra, arena y roca. Amarillos y ocres en
transición a gris verdoso en la parte inferior del cuadro.
Destacan las “plumas” de colores vivos en el rostro:
rojas, verdes y amarillas, y el rojo de la lengua lasciva del león. Finalmente,
el suave azul del cielo lo enmarca todo.
Desde el punto de vista de la composición vemos una
gran línea recta que define el horizonte, muy bajo, razón por la cual
sitúa al espectador en una posición elevada. Así el cuadro queda dividido
en dos mitades desiguales aunque armoniosas. La horizontal se ve reforzada
por el cuerpo del saltamontes. El resto de las líneas predominantes son
curvas, que transmiten sensualidad, abandono y goce erótico. |