Explique la estructura morfológica de las palabras:
perviven, intervocálica, sonorizada y ribazo.
La ortografia española mantuvo por tradición las letras
b y v, que en latín respondían a una oposición con valor fonológico. Por
esta razón, nuestra lengua respetó la grafía de las palabras con b o v
según la tuvieran en su lengua de origen, como sucede en los casos de
abundancia, bimestre, bondad, beber, deber, haber, verdad, verbena o ventura,
que provienen de las latinas abundantia(m), bimestre(m), bonitate(m),
bibere, debere, habere, veritate(m), verbena(m) o ventura(m). No obstante,
como en castellano antiguo b y v. distribuidas de modo distinto al actual,
posiblemente si respondían también a una distinción fonológica propia,
perviven casos de b antietimológica (es decir, donde el uso se ha impuesto
a la etimología), como abogado, abuelo, barbecho, barrer o embaír, procedentes
de palabras latinas con v: advocatu(m), aviolu(m), vervactu(m), verrere
o invadere. De la misma manera, hay palabras con grafía v procedentes
de palabras con b latina, como maravilla, de mirabilia; a estas excepciones
podrían añadirse muchas más. Un segundo grupo de palabras que por su origen
se escriben con b es el de aquellas que en latín tenian p intervocálica,
después sonorizada en b. Es el caso de caber, saber, obispo, recibir y
riba, que proceden de capare, supere, episcopu(m), recipere y ripa(m).
Los compuestos con el último de estos vocablos, así como los derivados
de él, han de escribirse, pues, con b: Ribarroja, Ribadesella, ribazo,
ribera, ribera.
(Real Academia Española: Ortografía de la Lengua
Española).
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